Llevan los anillos de metal en el cuello, pero también en los tobillos y en los brazos. Algunas teorías dicen que la tribu les ponía estos aros para protegerlas del ataque de los tigres, que se lanzan a la garganta, pero también a brazos y pies. No todas pueden ser mujer jirafa: sólo las niñas que nacen con la luna llena de agosto. Los padres futuros hacen sus cálculos para que sus hijas nazcan en esas fechas, ya que las mujeres jirafa gozan de una alta estima en la tribu, como personas con algo de sagrado o mágico. A los cinco años empiezan a prepararse con estiramientos de cabeza. El bedinsaya o hechicero del poblado, tras examinar los auspicios, decide cuándo tendrá lugar la ceremonia para colocar los primeros anillos, entre cantos y danzas. Cada dos años, se añade un aro en una nueva ceremonia. Cuantos más aros, más belleza y sobre todo, mayor reputación social. Dicen que antes los anillos eran de oro; ahora son de cobre o metal sobredorado. La limpieza del cuello es un problema cotidiano; el sudor puede provocar moho en el metal, y el roce, heridas en la piel. Las mujeres padaung tienen que infiltrar un paño húmedo dos veces al día para evitar el óxido y las lesiones. Los anillos las acompañan de por vida: si alguna vez intentaran quitárselos, el cuello se les doblaría como una espiga grávida.
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